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PADRE E HIJO BOMBEROS, UN LEGADO DE DISCIPLINA Y VOCACIÓN DE SERVICIO

Desde muy joven, diversas  circunstancias fueron marcando el interés de Franklin Matos Quintero por ser bombero. Por ejemplo, los constantes incendios en El Chorrillo que afectaron a sus familiares, ver a los propios bomberos solicitando ayuda dada la agresividad de las llamas, el sonido del cacho —herramienta con la que se anunciaba una emergencia y el lugar dónde ocurría—, pero sobre todo el deseo de ayudar a los demás.

Aunado a ello, la remembranza de ver a  su vecino en Calle 13, Santa Ana, quien era bombero y al que veía a diario salir a toda prisa, incluso colocándose la casaca roja en plena calle, para llegar a tiempo a una emergencia.

A sus 16 años, Franklin Matos Quintero estaba convencido de lo que quería ser: bombero. En aquel entonces, para ser miembro del Cuerpo de Bomberos de Panamá se requería tener 21 años, que era la mayoría de edad. Transcurrió el tiempo, pasaron los años, pero su sueño se mantenía presente.

Consiguió trabajo en el periódico La Estrella de Panamá. Allí, por una casualidad de la vida, encontró que su jefe Gerardo Zeta Typaldos era el tercer comandante en el Cuerpo de Bomberos de Panamá y, además, algunos de sus compañeros de labores eran bomberos.  Estos factores avivaron su deseo.

Por ello, no dudó en comentarle a su jefe sobre ese anhelo postergado. Este, complacido por la confesión, lo orientó sobre los requisitos que debía cumplir. Matos inició los trámites y  logró entrar como aspirante a la institución, específicamente en la Compañía N° 1. Mientras participaba y, sobre todo aprendía del oficio, le llegó la oportunidad de entrar a la entonces Guardia Permanente y hacer eso que siempre anheló: ayudar a los demás.

Desde entonces,  apaga  incendios, ha salvado vidas y, en más de una ocasión, ha visto la suya en riesgo.

Su vida personal también avanzaba con grandes satisfacciones. Con su esposa, quien fue su novia desde los 13 años, logró formar un hogar, que vinieron a completar sus hijos Jannette,  Franklin Jr. y Liseth.

Sin embargo, debía enfrentar otra realidad. Había que mantener un hogar y el salario de bombero no era suficiente. Por ello, optó por buscar un empleo mejor remunerado.  Lo logró.  Pasó a trabajar en la empresa Toledano S.A., en el área de contabilidad, pero esto no lo alejaría de “la bomba”.  Retomó como voluntario en la Compañía 1, donde siguió contribuyendo a la institución y a su comunidad.

En aquel padre, otro anhelo surgía a medida que crecía Franklin Jr. y era verlo convertido en un bombero.

 “Quería que aprendiera disciplina y valores, quería encarrilarlo, ya era adolescente y hacia lo que cualquier joven de su época”, nos explica.  Pero fue difícil, Franklin hijo era reacio, pero aun así  lo inscribió en la compañía voluntaria.

Posteriormente, un compañero lo llamó y le dijo que había una oportunidad para su hijo en la entonces Guardia Permanente, recordó el hoy capitán Franklin Matos Q.

Y es así como Franklin hijo inició su vida bomberil. Hoy, con rango de mayor y muy cerca de su jubilación, reconoce que ingresó a los “camisas rojas” por la insistencia de su padre, por obediencia y por la oportunidad que se le presentaba.

 “Nunca fue mi sueño ser bomberos, veía que cuando había una emergencia mi padre tardaba en regresar a casa, situación que generaba preocupación en mi madre”, admitió.

“Yo no quería ser bombero, no estaba en mis planes, siempre vi la labor como muy peligrosa”, insiste. Es que él quería ser arquitecto.

Después de 24 años de servicio, el hoy mayor Franklin Matos Jr. agradece a su padre la decisión que tomó, al inscribirlo  como aspirante a la compañía voluntaria y empezar así un camino difícil, pero lleno de satisfacciones. “Es muy bonito sentir que salvaste una vida. Ser bombero es la profesión más hermosa que existe”, nos dice.

El mayor Matos, actualmente encargado de la Zona canalera, que abarca cuatro estaciones bomberiles, asegura que entre las muchas las satisfacciones que ha experimentado en su carrera está el haber podido atender emergencias junto con su padre, las cuales le han dejado un cumulo de anécdotas.

La más reciente —nos cuenta— ocurrió en los recientes incendios registrados en la Relleno Sanitario de Cerro Patacón.

“Cuando estamos en una emergencia me gusta tenerlo a la vista para poder reaccionar ante cualquier  situación de riesgo”, asegura.  Por eso, pudo auxiliarlo rápidamente cuando su padre cayó en un hueco que estaba lleno de agua caliente, mientras se realizaban las labores para extinguir el incendio en Cerro Patacón.

“El caminó por una superficie y cayó en hueco con agua caliente.  Lo escuchamos gritar me quemó. Todos dejamos lo que hacíamos, lo halamos tan rápido como se pudo y logramos sacarlo”.

Los vínculos de este padre e hijo bomberos, que comparten el mismo nombre, van más allá de un legado de disciplina, es haber tenido la oportunidad que pocos padres e hijos tienen, ser compañeros de trabajo, de equipo, salvar vidas, compartir experiencias, riesgos y anécdotas, al tiempo que reafirman el compromiso de salvar vidas.

El capitán Matos dice sentirse orgulloso de su hijo, a quien formó como un ciudadano ejemplar, con valores”. En tanto, este le agradece la visión que tuvo de darle una profesión, la que aprendió a amar, por las grandes satisfacciones que le ha dado.

Ante la pregunta ¿Si hay más bomberos en la familia?, el mayor mira a su padre y dice que él ha inspirado a sobrinos, primos incluso amigos, a ejercer la profesión.

Misión cumplida, coinciden ambos, con la alegría que brinda la realización profesional y la satisfacción del servicio a los demás.

¡Feliz Día del Padre!